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El abogado ladrón es un fraude porque lo corrompe todo

Introducción

1.- Por haber llegado a mi tercera edad, no puedo darme el lujo de dejar espacio alguno para que los malvados interpreten en forma antojadiza lo que digo con relación a un asunto que de una manera u otra incide en el medio social donde he decidido vivir mientras forme parte del mundo de los vivos. Debo no caer en torpeza de ninguna índole.

2.- En una época como la actual en la cual cualquier desaprensivo y deslenguado se cree con derecho a poner a circular ideas malvadas y someter a interpretación lo que le viene en ganas, no es bueno dejar al libre juicio de los perversos lo que es posible que quede bien claro y establecido. Es conveniente expresarse con agudeza para que nadie se crea con licencia para juzgar libremente las claras opiniones de los demás.

3- Aquel que siempre ha hablado de manera abierta y sencilla le está prohibido desarrollar su pensamiento con doblez e imprecisión. El compromiso con la claridad manda a no caer en escribir con ambigüedad, permitiendo el equívoco injustificado.

I.- La solidaridad entre abogados. Una vivencia personal en Valverde, Mao

4.- Porque en diferentes escritos he hecho referencia a abogados que se han asociado para ejecutar fraudes, mediante los cuales despojan de propiedades a sus legítimos dueños, he considerado oportuno aclarar que no tengo, en lo absoluto, ningún prejuicio contra los profesionales del derecho que accionan en su trabajo apegados a la decencia y ética profesional. El conflicto que mantengo con los abogados delincuentes, es la misma desavenencia que sostengo con los demás delincuentes comunes que dañan el medio social donde vivimos.

5.- Más que en otra profesión liberal cualquiera, en la de los abogados es en la que más se da entre si la solidaridad, sin importar que sea con una consulta, prestándose un acto de alguacil o notarial como modelo, firmándose una instancia, compareciendo ante un tribunal a leer unas simples conclusiones, y hasta a intervenir en debates. En ocasiones nos involucramos en litis en las que solamente conocemos a los colegas a los que les servimos, no así el demandado o el demandante a nombre de quien postulamos y los riesgos que corrimos.

6.- Hace varios años, un día sábado en horas de la mañana, un colega me llamó vía telefónica, y me dijo que el próximo lunes tenía en el tribunal civil de Valverde, Mao, una audiencia en materia de referimiento, representando a la parte demandada; que se le había presentado de imprevisto un compromiso en la ciudad capital; que si podía trasladarme a Valverde, Mao a asistir a su cliente. Le respondí que sí; me visitó y me entregó escritas las conclusiones que debía leer y, de viva voz, me dio algunos detalles relacionados con la litis.

7.- El lunes, bien temprano, cumpliendo con el compromiso que había contraído con mi amigo y colega, me trasladé a Valverde, Mao, donde allí en la puerta principal del Palacio de Justicia, me recibió un joven quien, una vez me vio, se me presentó como el cliente de mi compañero de profesión. Nos saludamos y comenzamos a conversar.

8.- No había transcurrido media hora de estar hablando con el cliente de mi amigo, cuando en forma sorpresiva hizo acto de presencia un corpulento señor y, sin mediar palabras, con una pistola le hizo varios disparos al cuerpo del joven a quien fui, por cuenta de mi colega, a representar. Me encontraba tan cerca de la víctima que su sangre me salpicó en mi cara y en parte de mi camisa blanca. El agresor se marchó, no sin antes decirme: “doctor, perdone, solo quería darle una lección a este vagabundo y desleal”. Luego supe que el joven agredido falleció cuando era trasladado a una clínica.

II.- Todo mi apoyo y colaboración para el colega decente y honrado

9.- He relatado la experiencia anterior para explicar con un ejemplo que es común entre los profesionales del derecho darse asistencia mutua y desinteresada. Mi decisión de trasladarme a Valverde, Mao, a cumplir con el colega, también lo he hecho con otros, sin esperar recompensa.

10.- No tengo limitación alguna para ponerme al servicio de quien precisa de mi concurso. Es mi creencia que hay que trabajar con los demás; cooperar en lo que se puede ser útil; participar en lo que sea de bien para la comunidad, sin importar que sea en el plano nacional o internacional. Mis convicciones están formadas en el accionar en conjunto para alcanzar objetivos sanos, sin tomar en cuenta individualidades.

11.- La práctica profesional ha enseñado a muchos profesionales del derecho que ser de origen humilde y ejercer con limpieza da positivos resultados; que no hay que ir al galope persiguiendo el dinero en forma desesperada, porque la mejor fama que gana el abogado es su buena conducta. La opinión de serio se logra con el ejemplo en el seno de la comunidad donde el correcto obrar manda mensaje bueno a la colectividad. Aquel que acciona basado en la falsedad tiene un disfrute sospechoso e hijo de las circunstancias.

12.- Los abogados y abogadas que demuestran tener un ejercicio decente, merecen absoluta colaboración de parte de sus colegas. La parte buena del ser humano debe ponerse al servicio de lo que es provechoso para la sociedad, o por lo menos para aquella parte de sus integrantes que se hacen merecedores de toda clase de protección. A quienes son bondadosos hay que dispensarles trato exquisito, no así a los malévolos. El ciudadano servible, lo mismo que el abogado honesto, debe ocupar un lugar distinguido y ser exaltado.

13.- Todo mi apoyo y solidaridad para el profesional del derecho, abogado o abogada, que prueba tener un ejercicio honesto. Pero la censura y el rechazo para quien utiliza la condición de abogado para encubrir sus operaciones delincuenciales lesionando con sus actos a hombres y mujeres de bien. No debe ser premiado, glorificado ni elevado el que denigra cubriendo sus fechorías con una toga y un birrete.

14.- De la misma forma que le manifiesto solidaridad al colega meritorio, sin importar su origen clasista, me repugna el que utiliza el título de licenciado en derecho para hacer fullerías. Soy respetuoso de los que conmigo comparten la profesión, pero no le guardo ninguna consideración a quien se dedica a denigrar a los abogados. Una vez cae en mis manos un expediente donde advierto que un abogado hizo un fraude, llevo el caso como si se tratara de un delincuente calificado y malicioso.

III.- El respeto se lo gana el abogado con su correcto proceder

15.- En nuestro medio social abundan sinvergüenzas que aunque llevan una vida de engaños y estafas, procuran venderse como honestos y trabajadores. Los bellacos, granujas y tunantes hacen sus fechorías y si son descubiertos y puestos en manos de la justicia, entonces salen con ñoñerías, haciéndose los ofendidos, las víctimas de la ley y de la justicia.

16- Aquel profesional del derecho que quiere gozar del respeto y la consideración de sus colegas y de la sociedad, debe exhibir un correcto proceder; actuar con apego a la decencia y las buenas costumbres. Quien mal se porta no debe esperar ni reclamar la aprobación de sus actuaciones ni que sean santificadas sus acciones delincuenciales.

17.- Están descalificados para reclamar condescendencia los abogados que se unifican para mediante procedimientos fraudulentos despojar de sus propiedades a sus legítimos dueños. No tiene nada de buen ser humano aquel que con intención delictiva se apodera de lo ajeno haciendo uso de mecanismos ilegales. Retorcer el derecho y burlar la justicia es muy propio de quien procede animado de una voluntad adecuada a la criminalidad. Nunca ha merecido igual trato el que se porta mal que el que procede bien. Sería un contrasentido admirar por igual al joven abogado limpio de conducta, que aquel que empuerca la toga con su vida dañina y viciosa.

18.- Aquellos profesionales del derecho que se asocian para delinquir no tienen calidad alguna para sentirse molestos si en su contra se acciona penalmente por haberse colocado al margen de la ley y, a la vez, denigrar a sus colegas honrados. El abogado delincuente cambia su profesión por el oficio de ladrón. No es lo mismo ganarse la vida apoyándose en la ley y los códigos legales, que hacerse de dinero violando las leyes.

19.- Aquel que hace daño a otro no me merece protección. El dañino solo sabe perjudicar a las personas de bien. Si al beneficioso hay que extenderle la mano solidaria, al pernicioso hay que aislarlo; dejarlo solo para que el aislamiento le sirva de escarmiento. Algún correctivo hay que aplicarle a los antisociales para que las personas buenas disfruten de paz espiritual.

20.- De las actividades que realizan los hombres y las mujeres de la toga y el birrete, hay que enseñarle al nobel abogado que debe aprender a distinguir entre sus colegas, aquellos que con mucho esfuerzo, trabajando duro y en forma decente, llegan a tener una vida llena de satisfacción por los éxitos alcanzados laborando honradamente, y aquellos que de la noche a la mañana exhiben bienes materiales que legalmente no pueden justificar. Son muchos los recién graduados que hacen ostentación de recursos económicos difícil de demostrar su procedencia lícita. El carácter de lo legal le es extraño a quien en la profesión se desespera por llegar hacer dinero rápido, pero sucio.

21.- El togado que comete delitos es un malhechor que no debe formar parte de un gremio de profesionales del derecho en el cual estén asociados abogados y abogadas que ejercen dentro de los marcos de la ética y la moral profesional. Solo una sociedad degradada como está la dominicana, es posible que se mantengan ocupando el mismo espacio el que roba y el honrado. Aquel que usa la toga y malea es un maleante, mientras que el que se gana su dinero batallando en los estrados merece ser identificado con un bienhechor que acciona como abogado.

Reflexiones finales

22.- La representación mental con relación a un interés colectivo o individual la expongo libre de odios, rencores o resentimientos, porque en mi corazón no acumulo los vicios que dañan al ser humano, presentes hoy en la conciencia de quienes se dejan dominar por taras propias de sociedades que descansan en la desigualdad de oportunidades y degradan a muchos miembros de la comunidad.

23.- Las ideas que alojo en mi cerebro no guardan ninguna relación con actitudes sensibleras. No me guío por razones emotivas ni por falsas impresiones. Trato de no caer en sensiblería barata, oportunista y politiquera. Busco la esencia de las cosas para saber de qué lado está la razón y, entonces, arrimar mi hombro para que en mí se apoye aquel que merece no caer sin encontrar quien le sirva de soporte.

24.- En dos ocasiones desempeñé la presidencia de la Asociación de Abogados de Santiago, de la que formé parte desde su fundación en junio de 1967. Las dos veces que resulté electo fue con el voto unánime de mis colegas de la época, que valoraron el trabajo tesonero que había realizado como vocal, secretario y tesorero. Siempre mantuve relaciones cordiales con todos los miembros de la organización profesional local. En el curso del mis gestiones me acompañaron abogados y abogadas con los que hicimos un gran trabajo en equipo. Ciertamente que aquellos fueron otros tiempos y diferentes profesionales con una conducta, en general, muy buena y un ejercicio apegado a la decencia.

25.- Cualquier profesional del derecho que sea apoderado de un expediente en el cual los acusados son delincuentes disfrazados de abogados, no debe sonrojarse; jamás sentirse anímicamente mal; de ninguna manera turbarse ni mucho menos ruborizarse. Un togado que roba lesiona vivamente a las mujeres y a los hombres que dignamente se dedican a vivir en forma honesta de su actividad habitual como colaboradores de la justicia y de la sociedad humana donde acciona.

26.- Aquel que se hace de un título de licenciado en derecho y lo utiliza como una patente de corso para robar, es un verdadero antisocial, porque: a) el abogado que abraza la ilegalidad envía la fea imagen de ladrones de sus compañeros de profesión desprestigiándolos en el seno de la sociedad; b) siembra la discordia entre abogados honestos y deshonestos; c) manda mal ejemplo al nobel profesional del derecho; d) corrompe a los alguaciles y a los empleados del tren judicial; e) mete a fulleros a Notarios Públicos; f) pone a comerciantes a lavar dinero sucio; g) pervierte con sobornos a magistrados; h) quita credibilidad y trastorna las Oficinas de Registros de Títulos contaminando los expedientes relacionados con inmuebles de su interés; i) hace aparentar el Colegio de Abogados como una asociación de promotores del pillaje; j) sonsaca a agentes de la Policía Nacional prostituyéndolos; k) para materializar sus fraudes falsifica el documento cédula de identidad y electoral; l) y, en fin, roba los bienes de mujeres y hombres de trabajo. No olvidemos: Fraus omnia corrumpit. El abogado ladrón es el verdadero fraude porque todo lo corrompe.

Por Ramón Antonio Veras
Santiago de los Caballeros, RD

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