
NEW YORK.- Buscaré el apoyo siempre dispuesto de Vitalina, para obras de esta envergadura. Gestionaré la colaboración entusiasta de Anatulia y su inigualable manejo en estas lides. Recogeré un manojo de rezadoras en equipo, de esas que se reparten entre sí, y con suma maestría, los tercios, los misterios y demás entretelones de esta enjundiosa y significativa misión que tenemos entre manos.
Adornaremos una imponente mesa con manojos de multicolores flores de la campiña, de agradable fragancia, así como esencias, incienso y mirra, como se estila en estos casos.
Apelaremos a todas las divinidades del paraíso para que avalen, con su presencia en la amplia mesa del altar, la significativa tarea que se les está encomendando, por ante los dominios del Altísimo.
Y con tan encumbrados dignatarios a cuestas, reforzados por las ánimas de los miembros de esta gran familia que partieron antes, el espíritu imperturbable de La Vieja estará lo suficientemente apertrechado para acometer la batalla en pro de la salud y la vida, no tan solo de la República, sino de toda la humanidad.
No es tarea fácil, lo confieso: no es lo mismo invocar ayuda, perdón o bienaventuranzas para un pequeño núcleo familiar y, en algunos casos, uno que otro miembro de comunidades vecinas, como se requiere implorar, en este caso, por todo un país, por todo un continente y toda la humanidad, enfrentados al dilema inminente de su virtual extinción.
Sin embargo, seguro estoy que Mi campeona no se arredra ante ningún obstáculo, por difícil que este pareciere. Ya le vi una y mil veces ajustarse la pañoleta, afinar las palabras y aferrarse al añejo crucifijo que espoleó siempre como estandarte, para enfrentarse, a calzón quita’o, con brujas, pantujas, enviaciones y maledicencias, de esas que en alguna ocasión la envidia y la maldad intentó atravesar en el sendero transitado por su familia y relacionados.
Y en todas y cada una de aquellas lides, la vi salir sudorosa, desfalleciente, con la garganta seca y exangüe por el supremo esfuerzo, pero victoriosa!
Cierto es que, en la ocasión, hace falta algo más que la fe, la disposición de lucha y el amor por su gente que caracterizó a La Vieja en sus años de absoluto dominio en los predios de la frontera. Pero, como experta en estas lides, confío en que ha de tener alguna carta en la manga, que le permita salir triunfante de la gran jornada que se avecina.
Y con todo ese caudal a cuestas, sabiéndose portadora de la confianza extrema y el fervor de la humanidad, seguro estoy de que marcará el camino y entonará el ritmo para dirigir a éste impresionante ejército de ánimas que intercede ante el Altísimo en pro de todos aquellos que hoy por hoy se debaten entre la vida y la muerte, sin más esperanza que la llegada urgente del auxilio divino.
Y hacia allá enfilarán el rumbo, en una interminable procesión en la que está cifrado el futuro de la humanidad.
Así le vi partir, una y mil veces, en busca de salud, bienestar y seguridad para su familia. Nunca le vi regresar derrotada. Ella fue mi heroína y el modelo a seguir en la vida, como también lo fue para otros tantos de mi entorno familiar.
Por esas y otras cosas más, en esta tarde gris en que negros nubarrones amenazan con incrementar el dolor de centenares de gentes que uno conoce y de otros millares más, allende el orbe, he decidido apelar a la inmensa capacidad de servicios de mi abuela, para implorar su despliegue de conocimientos en asuntos de amor y solidaridad.
Mientras ella y su ejército de animitas asumen tan pundonorosa tarea, yo he de seguir durmiendo, a la espera, como otros miles, del bálsamo de vida, amor y vitalidad que ella ha de traernos al regreso de su procesión hacia los ignotos senderos del firmamento.
Aquí esperamos por ti, Vitalina!
Por Sergio Reyes II