
I.- La COVID mueve la miseria
1.- En situaciones de dificultad para los pueblos se aceptan como positivas las expresiones de solidaridad de aquellos sectores que vienen en ayuda de los más necesitados. Los gestos de desprendimiento se ven muy bien cuando así lo mandan las circunstancias.
2.- La identificación con los afectados en una coyuntura determinada, como respuesta a lo ocurrido y no esperado, no es lo mismo que hacer de la caridad una habitualidad por la mendicidad que genera la desigualdad causada por el injusto orden económico y social imperante.
3.- Ante la existencia de la COVID-19, el Gobierno Central, politiqueros, organizaciones de la sociedad civil y piadosas, cada sector atendiendo a los fines que persigue, se han acercado a los millones de pobres de aquí extendiéndoles las manos con una funda o caja con alimentos.
4.- Esa labor misericordiosa se ve muy oportuna mientras se mantenga el estado actual de excepción creado por la COVID-19. Pero lo circunstancial es algo episódico, pasajero como esperamos sea la presencia del virus en nuestro medio.
5.- En un momento apremiante nada quita que se pongan en movimiento sectores y organizaciones de esencia filantrópica. A las ocasiones urgentes se le da respuesta en razón de la emergencia y por lo fortuito que ha ocurrido.
6.- Las acciones de caridad no resuelven problemas sociales inherentes a sistemas que generan lacras. Lo caritativo se ve bien en la ocasión, pero continuado reduce a la persona que hace la obra por piedad. Nuestro pueblo no debe estar a expensas de donaciones para satisfacer su hambre cuando llega un fenómeno a desgraciarle su vida.
7.- El ser humano no está formado para vivir en condiciones de que siempre alguien le extienda la mano en momento de infortunio como el de la COVID-19. De una existencia pesarosa no se sale con dádivas de oportunidad, porque la piedad no impulsa a la liberación del oprimido. Es un insulto a los infelices salir a buscarlos solo para que no se levanten contra su situación de opresión.
8.- La grandeza del alma de una persona luce bien en un momento de calamidad, pero no convierte al beneficiario con el gesto humanitario en un ser humano liberado de las necesidades que arrastra por pobreza sistémica. Se logra que los menesterosos rompan las cadenas que les reducen a parias, creándoles las condiciones para que con su propio esfuerzo construyan un gran país en el cual puedan disfrutar de bienestar material y espiritual, sin tener que esperar para comer que llegue una mortificación como la COVID-19.
II.- La COVID impulsa la miseria a la calle
9.- Los millones de compatriotas en estado de pobreza que con motivo de la COVID-19 han salido desesperados a buscar comida, no deben estar a la espera de una permanente asistencia para tapar lacras propias del modelo atrasado bajo el cual estamos viviendo dominicanos y dominicanas.
10.-La gran cantidad de mujeres y hombres que en nuestro país están hambrientos, no deben continuar esperando que ocurra una desgracia, terremoto, ciclón o pandemia para recibir una fundita de comida, por obra del Plan Social de la Presidencia, un oportunista de la politiquería o un grupo de filántropos.
11.- Los millones de nuestros connacionales que ahora, para que se estén tranquilos, reciben de pena algo para comer, no están obligados a tener una existencia llena de precariedades que se les solucionan en parte cuando aparece la mano piadosa.
12.- Esos menesterosos que por la COVID-19, se han dejado ver, son los testigos de la miseria que hay en la sociedad dominicana, causada por un modelo que descansa en la desigualdad de oportunidades para la mayoría de la población. Ahí están los mendigos que retratan de cuerpo entero el orden social.
13.- Mientras más fundas y cajas de comida llegan a los barrios marginados en tiempos de COVID-19, con más fe se comprueba la pobreza que azota al país. La pandemia ha expulsado a las calles a los marginados de la sociedad dominicana, y lo que enseña esa masa de hambrientos es que ellos no deben continuar subsistiendo como hasta ahora.
14.- Las grandes mayorías nacionales tienen justos motivos para sentirse humilladas, al comprobar que solamente se les acercan con limosnas cuando están en condición de desdichadas y se busca cubrir con dádivas la miseria que las mata diariamente.
15.- Los mendigos que hoy se ven en el ambiente nacional, siempre han estado ahí presentes, formando parte del pueblo dominicano y aguantando en silencio su hambre. La diferencia reside ahora en que con motivo de la COVID-19, tienen notoriedad porque han salido a la luz pública desesperados por comer y encuentran un calmante a su desesperación en las cajas y fundas de comida.
16.- Por más que se busque paliar la situación de los pobres del país, el caldo de cultivo de la pordiosería estará ahí; la pedigüeñería saldrá por todas partes; la indigencia se mantendrá viva, y van a desarrollarse todas las taras que genera el modelo vigente que fomenta males sin limitación alguna. El orden social dominicano sirve para motivar pedigüeños sin control de ninguna clase.
17.- La mayoría de la población dominicana no debe estar a la espera de una calamidad, catástrofe ni de la COVID-19, para sentirse afortunada. La persona física tiene razón en creerse desventurada, desvalida y lacerada si permanece por siempre ante tanta miseria expresada en la falta de pan, techo y buenos servicios públicos.
III.- Mientras más pobres más sepultureros
18.- El cuadro que pinta nuestro pueblo con tantos hambrientos, es desgarrador, insufrible y triste. Se impone cambiar la situación actual; esto no debe continuar como hasta ahora. Lo funesto, infausto y fatídico no debe seguir acompañando a la mayoría del pueblo dominicano.
19.- Lo que le trae la pobreza al pueblo dominicano no es la mala suerte, catástrofes ni cuestiones malditas como la COVID-19. Lo que mantiene a las masas populares en estado de opresión es el modelo económico injusto que padecemos, que es creador de amargura, contratiempos y disgustos.
20.- No hay que seguir aceptando como normal que el pueblo se mantenga cargado de necesidades que tienen solución cambiando el orden económico, que es la fuente para que cada día más y más personas permanezcan estropeadas con su situación empeorada en lo material y espiritual.
21.- Se impone eliminar de nuestro medio todo lo que signifique penuria e indigencia, para nunca más seguir viendo a la mayoría de nuestro pueblo mísero; como si fuera normal ser pordiosero y natural paupérrimo. La solución de los males sociales no está en recurrir a compasión, lástima, piedad, clemencia ni a la caridad ocasional.
22.- Se reactiva en el país el estado de miseria en la medida que surgen barrios marginados donde se desarrollan más personas oprimidas socialmente, y por vía de consecuencia se aviva la pobreza que estimula y relanza a las calles más necesitados que con razón van a integrarse a la gran masa de indigentes, indignados, furiosos y berrinchozos.
23.- Es fácil de comprender que el actual orden económico resulta insostenible, porque ya cumplió su ciclo de vida útil; es infuncional; absurdo e insoportable para lo que se llama pueblo dominicano. Por más que los sectores que se benefician del estatus quo pretendan mantener la situación actual, su prolongación será fatal, efímera y trágica.
24.- Los grupos que aquí hoy controlan el poder económico, político y social, se están moviendo en un terreno sumamente peligroso; pisando una base gelatinosa, por inestable, insegura y más oscilante. Cada día que pasa surgen más y más oprimidos que tienen por misión hundir el sistema que les asfixia.
25.- Esos hambrientos que ahora por la COVID-19 salen desesperados a buscar una caja con algo para comer, serán los mismos que actuarán como sepultureros del orden actual que les condena a ser pedigüeños por necesidad. Ellos son los que van a dar sepultura al orden social injusto que les hace la vida amarga y les impone ser sus enterradores.
26.- Aquellos grupos sociales de nuestro país que se muestran muy tranquilos cuando ven a millones de sus connacionales en estado de desesperación, al galope detrás de una fundita con comida, no se dan cuenta que están cavando su propia tumba fomentando famélicos que, en fin de cuentas serán los sepultureros del sistema que les condena al desprecio.
27.- ¿Cuándo ha de ocurrir la redención de los marginados de la sociedad dominicana? La respuesta la tienen las mismas víctimas del sistema. Los procesos sociales no se detienen por el hambre, la represión ni la ignorancia. Ellos se cumplen en el momento adecuado de la acumulación de las fuerzas motrices que tienen la misión histórica de enterrar el orden establecido que mantiene el estado de opresión. Más temprano que tarde el final llega.
Por Ramón Antonio Veras
Santiago de los Caballeros, RD