Como es sabido, en la existencia de las personas hay decisiones que tienen categoría de históricas. Son aquellas que están llamadas a tener en nosotros o en los nuestros, gran influencia a corto, mediano o largo plazos. La dificultad al asumirlas, radica en la posibilidad de no disponer, en cada ocasión, de herramientas necesarias, en todos los aspectos, para optar por las más convenientes.
Muchas veces, el momento que se está viviendo al tener que elegir entre alternativas diversas no es propicio y, en ese sentido, factores circunstanciales suelen incidir en no tomar el más adecuado de los caminos. El lamento es hondo y las repercusiones tristes, cuando al transcurrir el tiempo, hacemos relecturas distintas a las iniciales y descubrimos las torpezas que nos condujeron a no ser asertivo en nuestras decisiones de vida. En ese momento toca continuar, pero casi siempre será imposible eludir del todo las incidencias en el presente y el porvenir de los desatinos del pasado.
He reflexionado sobre este tema a raíz de la lamentable muerte de Doña Carmen Quidiello, esposa de Juan Bosch. Estoy convencido de que, para ambos, haberse mutuamente seleccionado como pareja constituyó, incluso como él mismo llegó a reconocerlo de forma pública, la más notable decisión de sus vidas.
La característica fundamental que pude apreciar en esta pareja formidable, a la que tuve el privilegio de tratar, era la comunidad de propósitos en los objetivos primordiales de sus respectivos proyectos existenciales. No quiero decir que fueran dos gotas de agua. Sus diferencias las tenían, y qué bueno, porque eso sirve como complemento. No obstante, en los ámbitos culturales y políticos, que eran sus principales ocupaciones, los dos empujaban en la misma dirección, con sus roles particulares, que los hacía lucir unidos preservando su individualidad.
La decisión de Don Juan unirse a esta mujer extraordinaria, derivó en una de sus más acertadas acciones políticas. Fue compañera vital en sus afanes literarios y de sus dignas luchas por la libertad y la justicia social de nuestra nación. Sinergia impresionante de una pareja paradigmática. Ese fue el mayor mérito de Doña Carmen, haber sido grande hombro con hombro con otro grande. Colaborando con él, apoyándolo, compartiendo sus convicciones más profundas, al tiempo de haber desarrollado sus propios talentos y tener su sello diferenciador. Una mutual que reafirma el cuidado extremo que se requiere al seleccionar la compañía para la irrepetible travesía de la vida.
Por Pedro P. Yermenos
