Nadie puede salvar a Haití

FLORIDA.- Mucho antes del asesinato del presidente Jovenel Moise, estuve en Port au Prince.

Relato mí experiencia de presagios a muertes anunciadas por la situación, económica, social y conflictos de intereses con oligarquía que controla el país, junto a la droga y remesas, únicas fuentes segura de ingresos de esa pobre tierra.

Los haitianos que nos visitan no son los paupérrimos que viven allá, aquí viene el negociante, empresario y el buscavida joven, no el viejo. Les cuento mi historia corta.

“Nuestra desgracia es el vudú y nuestras creencias” me dijo mi guía en perfecto inglés y español, es un hombre letrado viejo y reservado, mira hay una serpiente detrás de la muerte de todos los funcionarios en estos meses.

Mira, Jean Baptiste como me llamaba, es mi nombre, en francés dijo: “el vudú se apropia de imágenes no solo del catolicismo, sino también de los masones y de la cultura popular”.

La serpiente es lo importante aquí, dijo. Es el espíritu de la serpiente, “Dumballah”, el espíritu de prosperidad, poder y fertilidad.

“Por dinero”, dijo mí guía “Mucha gente aquí adquiere el espíritu de la serpiente para ganar mucho dinero”

Me reí, pensando que estaba bromeando conmigo, porque nadie que había visto en Leogane, ni la Citadelle me parecieran tener mucho, pero guía cree en el vudú. Él no se río.

Las personas que quieren ganar dinero o tener poder vienen a buscar el espíritu de la serpiente, explicó el chamán=houngan, llamando al espíritu por el nombre de “Ieda Wedo”, creo se pronuncia así. Hacen un trato con el diablo, intercambiando una vida más poderosa por una más corta. “Veinte años, tal vez así”, dijo guía. “Entonces el espíritu de la serpiente viene por ti y no hay nada que hacer. No hay cura”.

“Si quieres ganar dinero, obtienes un espíritu de serpiente”, dijo.

Mi guía y el houngan entablaron una larga conversación en creole. Guía seguía diciendo “no, no”, abriendo los ojos con cada “no”. Tiré de su manga, tratando de llamar su atención.

“¿Que está diciendo?” Yo pregunté.

El houngan había estado nombrando a personas que guía sabía que se habían metido con la serpiente.

“Ese chico de la motocicleta, ¿lo conoces?” él dijo. Se refería a un joven haitiano que trabajaba como guardia de la puerta donde yo me alojaba. Tenía una motocicleta nueva y reluciente que guía codiciaba.

“Es una serpiente”, susurró.

“¿Qué? ¿Tiene un trato con el espíritu de la serpiente?” Yo pregunté.
Guía volvió a mirar al houngan.

“Eso no es bueno”, dijo. “Es muy malo. Es demasiado joven para hacer ese trato”. No te convertirás en una serpiente, ¿verdad? pregunté “Si creyeras que vendiste tu alma, ¿Qué te pasaría cuando se acabe el tiempo? La fe es un agente poderoso. “No, no. Nunca”, dijo.

Había dormido mal en Haití, y me dolía espalda, así que fui a hacerme un ajuste de columna cuando regresé a casa.

En medio de la sesión tuve la imagen de una gran serpiente tendida a lo largo de mi columna desde la base hasta el cráneo, con su cabeza cubriendo la mía como una capucha. No sonreía del todo y no parecía amenazador.

Me estremecí. No soy creyente.

Más tarde, bebí café, cuando abrí mi cuaderno de reportero con las notas de Haití, se me cayó la hoja de cedro, el antídoto contra el zombi y sueños. Me había olvidado de declararlo cuando pasé por Dajabón, vía el Masacre river para entrar a mi país.

Triste ver migración de jóvenes haitianos a R.D, porque no los envían a French Canadá, Angola, o donde los quieran recibir para que cambien mentalidad y dejen de pensar que su salvación está cruzando el río Masacre a pie, cargando sus serpientes de vudú, en un cerebro mal comido.

Por Johnny Sánchez