El servicio público no solo es mi vocación, es mi pasión. Me inserté en él cuando apenas iniciaba mi ejercicio profesional. Tuve que abandonarlo por razones de naturaleza ideológica, vinculadas a principios y valores irrenunciables que norman mi vida. Pero jamás renuncié a la posibilidad de reinsertarme por considerar que él constituye el mecanismo ideal para construir el país que soñamos.
Empecé a edificar mi sentido democrático desde antes de mi nacimiento, cuando mi madre se solidarizaba con las luchas de las 3 Mariposas y sufrió con profunda indignación su vil asesinato. Dolor que se acrecentó con el posterior y alevoso crimen de Manolo Tavárez y sus heroicos compañeros de Las Manaclas.
De eso, de democracia, se trataba, desde mi perspectiva, el evento que convocó el Consejo Nacional de la Magistratura para seleccionar los nuevos integrantes del Tribunal Superior Electoral. Un acontecimiento que, tal como ocurrió, debía ser abordado no solo con la idea de que se reducía a la simple integración de un órgano constitucional, sino de la necesidad de utilizarlo para la consolidación de nuestra democracia, el fortalecimiento de la institucionalidad y la instauración de una participación política sobre bases distintas, donde prime la libertad, la legalidad y la legitimidad.
Desde que tomé conocimiento de la convocatoria, visualicé en ella la oportunidad para ofrecer mis servicios y, desde mis esfuerzos, junto a mis pares con los cuales podía llegar a trabajar, contribuir a la consecución de los trascendentales objetivos llamados a ser cumplidos por un órgano de la importancia de esa alta Corte. De inmediato, me dispuse a recabar la documentación requerida y depositarla para ser evaluado.
Después de un largo y angustioso proceso, se produjo la elección. Tuve el honor de ser seleccionado con el voto unánime del CNM, lo cual implica un gesto que valoro y agradezco en el más amplio sentido de la palabra. Confieso que, desde que supe de mi designación, mis energías están siendo canalizadas a realizar una labor que sea cónsona con aquello por lo cual, durante años, he postulado y que debe traducirse en decisiones signadas por el acatamiento irrestricto de preceptos constitucionales y legales.
Me siento honrado por compartir un pleno con personas que, encabezadas por el Magistrado Camacho, me hacen sentir cómodo, por las afinidades existentes en nuestras visiones de las formas en que debemos asumir nuestras responsabilidades. Ante este nuevo reto, el compromiso es no fallar, fallando bien.
Por Pedro P. Yermenos Forastieri