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Economía de guerra

La incierta situación económica y política internacional, obliga a la República Dominicana aplicar pasos de unidad nacional, para no ir al despeñadero. La crisis tradicional tiene matices locales, pero ahora se profundiza con la guerra entre Rusia y Ucrania.

En el mundo moderno, todo está globalizado. Las economías no florecen de modo individual, son controladas por dos o tres potencias, y como siempre las más perjudicadas son las de las naciones emergentes. La lucha por la división mundial de mercados, deja a estos países al borde de la extinción.

Las guerras, dice un viejo aforismo, se conoce como comienzan, pero nadie sabe cómo terminan: La corrección de los reflujos de un choque armado e intereses varios puede tardar meses, y hasta años en volver a una relativa normalidad. Lo cierto es que no se retorna al nivel de los viejos mercados.

Detrás de toda guerra está la lucha por dominar la economía mundial. Las grandes potencias se enfrentan buscando establecer hegemonías, y ser los dueños de los mercados. Ahora, habrá un recomposición de los intereses y las influencias.

Un país pequeño como la República Dominicana solo tiene que esperar. Sufrir los vaivenes de los colaterales de la guerra y pensar en sobrevivir. Cualquier movimiento económico que se aplique hoy va dirigido a mantener los precios al nivel actual, evitar que se disparen y provoquen mayores daños.

El presidente Luis Abinader anunció recientemente una serie de medidas para proteger la economía popular y evitar que suban los precios y servicios básicos, desde los alimentos, hasta el transporte. Varios puntos de la disposición de Abinader fueron criticados por la oposición, que a su vez, hizo propuestas que estiman serían más efectivas.

Lo ideal es ir a una mesa de diálogo, donde se pueda estudiar a fondo las disposiciones del presidente, y las enmiendas que desea hacer la oposición. En este grave problema ocasionado por causas extrañas, la situación cambia por horas, y los correctivos tienen que ser sobre la marcha.

Los partidos de la oposición, los empresarios, el gobierno y los trabajadores tienen que consensuar la solución a corto plazo que se dé a esta crisis. En medio de los colaterales de una guerra, hay que tomar medidas para salvar el día, sin dejar de lado los programas ya existentes a largo plazo.

El punto que más preocupa es el galopante precio de sustentación del barril del petróleo. Ya los combustibles tienen precios asfixiantes en el país y la ciudadanía pide a diario que se rebaje la gasolina, el gasoil y el gas licuado, que se utiliza para cocinar.

Lo cierto es que ahora mismo se torna impredecible saber cuál será el futuro económico nacional. No se trata de apretarse los cinturones, sino de respirar. Para hacer frente a esta crisis se necesita consenso de opinión y deseos de sobrevivir en medio de los tambores de la guerra. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

Por Manuel Hernández

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