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Muerte a Putin

En esta parte del mundo, sobre todo en un país pobre, atrasado y dependiente como la República Dominicana, puede resultar odioso escribir a favor del presidente ruso, Vladimir Putin y en contra del presidente estadounidense Joe Biden. (Rusia no, Estados Unidos sí)

Las declaraciones de Biden diciendo que Putin es un “carnicero” y que “no puede seguir gobernando” Rusia, pudiera ser una sentencia de muerte, un golpe de Estado o un magnicidio. Ninguna de las dos cosas puede ser descartadas proviniendo de un faraón que se considera dueño del mundo.

Ahora bien, Rusia no es Cuba, Nicaragua, Chile, Puerto Rico, Haití, Guatemala, El Salvador, México, Argentina, Paraguay o República Dominicana, entre otros, donde el coloso del Norte ha impuesto la doctrina Monroe, “América para los americanos”, es decir, para los estadounidenses, interviniendo militarmente, asesinando y secuestrando presidentes y políticos que por una razón u otra les son adversarios, Rusia es un país casi dos veces del tamaño de Estados Unidos, aunque con una población menor.

JUAN T H

Y el presidente Putin no es Salvador Allende, derrocado y asesinado en La Moneda a pesar de haber sido elegido democráticamente por su pueblo. Fidel Castro escapó de la muerte violenta pese a los incontables intentos de la CIA y el departamento de Estado, por asesinarlo, algo extraño que ni los cubanos pueden explicar cómo murió en su cama, un anciano, y no de un balazo en la cabeza o en el corazón.

La historia demuestra, dice Mario Puzo en El Padrino, que todo hombre puede ser asesinado no importa quién sea ni cuanto poder tenga. Pero ordenar matar a Putin es un riesgo, pues las consecuencias pudieran ser catastróficas para Estados Unidos y para el mundo.

Rusia es un país del primer mundo, con una historia mucho más rica y antigua que la de Estados Unidos. El presidente estadounidense parece olvidar que Rusia es uno de los países más rico y poderoso del mundo, en todos los sentidos, incluyendo el económico y militar, con armas nucleares suficientes para borrar del mapa el continente americano. Insisto, Rusia no es Cuba, sometido a un bloqueo económico, político y cultural desde hace más de 60 años pese a la desaprobación de casi todos los países que integran las Naciones Unidas.

El presidente Biden olvida que Estados Unidos mantiene relaciones diplomáticas con Rusia, y que lo mejor que puede hacer es romperlas, incluso unilateralmente. Pero mientras se decide, tiene que respetar la autodeterminación de los pueblos, el derecho que tiene cada nación en darse el gobierno y el sistema político que crea conveniente. Por lo menos así está establecido en el derecho internacional.

Llamar “carnicero” al jefe de Estado ruso es como un burro diciéndole “orejú” a un conejo. El único país que ha lanzado dos bombas atómicas, no una, a otro, ha sido precisamente Estados Unidos, pulverizando a más de 200 mil personas en apenas unos minutos. El único país que mantiene cerca de mil bases militares en todo el planeta es precisamente Estados Unidos. Así pues, que no hablemos de carnicería.

En lo relativo a la invasión rusa a Ucrania, era perfectamente previsible y evitable, pero Estados Unidos y los demás países que integran la OTAN, en su afán expansionista queriendo acorralar y cercar a los rusos -no sólo a Rusia- provocaron la intervención. (No la justifico, explico el por qué desde mi punto de vista, al que tengo derecho)

Estados Unidos se opuso a los misiles de la desaparecida Unión Soviética en Cuba en el año 1962 por considerarlo un peligro porque apuntaban hacia su territorio, incluyendo su traspatio, América Latina. Casi provoca un apocalipsis. Pero ahora quiere que los rusos se crucen de brazos ante el eminente peligro de Ucrania con bases militares nucleares en sus fronteras.

Ordenar el asesinato de Vladimir Putin, socavar sus bases de sustentación y legitimidad política mediante un golpe de Estado, no es la solución al conflicto, es el dialogo, franco y sincero.

POR JUAN T H

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