jueves, abril 25, 2024
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Preservar la Identidad Nacional

NEW YORK.- Propuesta para la Plataforma Común Dominicana en Ultramar.

El asunto no ha sido discutido a profundidad por el Estado y mucho menos por la comunidad de migrantes que por diversas razones abandonamos el territorio nacional y nos asentamos mayoritariamente, en Estados Unidos y otros países. Tampoco hemos sentido la preocupación ni la presencia del Estado dominicano, a fines de establecer el rumbo del afianzamiento y desarrollo de sus nacionales en el extranjero.

Esta preocupación no la extendemos porque necesitemos o demandemos la tradicional “mano amiga” del Gobierno, a fines de avanzar política y socialmente en esta nación que nos ha acogido con tanta calidez y nos ofrece tantas oportunidades. No, no se trata de traer hasta aquí los tan necesarios “planes sociales” que ejecuta el gobierno en el territorio nacional. Esa no es nuestra solicitud.

Porque al menos, y por iniciativa propia, hemos logrado definir el camino realmente eficaz para insertarnos en esta sociedad pero, de manera individual, en solitario, y hoy se hace evidente la certeza de esta decisión tan personal. Estamos demostrando que “invertir en la segunda generación es la única apuesta efectiva para enfrentar con éxito el porvenir de nuestros muchachos”. Llevarlos hasta la universidad y apoyarlos hasta lograr sus títulos, debe ser el objetivo de cada familia dominicana en suelo extranjero.

Ya nuestros hijos se están graduando en las universidades y compiten exitosamente por los buenos puestos de trabajo disponibles, con los nativos y otros extranjeros migrantes. Debido a esta realidad y a la vocación laboral -tan común a la gran mayoría de nosotros- hemos logrado empezar a salir de los linderos de la pobreza, donde permanecimos por mucho tiempo. Al día de hoy, las estadísticas muestran que: ya no somos la comunidad más pobre de Nueva York, pero si somos el grupo étnico nacional que más se gradúa en la universidad de la ciudad.

Este es un logro sencillamente grandioso, y revela que somos capaces de identificar y alcanzar los objetivos que nos hemos propuesto. Pero, pedimos que el Estado nacional encamine sus acciones hasta los más de dos millones de connacionales que vivimos fuera, para lograr que la “hoja de ruta” del migrante se defina con mayor sentido colectivo y nacional; que no sea solo el resultado individual del esfuerzo de cada familia residente en el exterior.

Esta solicitud que estamos elevando hasta la más alta instancia de nuestra nación, es el resultado de una ponderación que hemos hecho por años y que hoy pretendemos traer a la mesa de discusión pública. Que se entienda, lo que nos motiva es el deseo de mantener el vínculo con nuestro país de origen y dejarlo como herencia cultural a nuestros descendientes; para solidificar la conexión futura de nuestros muchachos con el porvenir de su nación de origen.

Es importante comprender la dinámica de evolución cultural de una generación de hijos nuestros que cada vez -y por razones muy entendibles- se va desconectando del estilo de vida de sus ancestros. Una vez que desaparezcan los padres y abuelos de los primeros emigrantes, se empezará a romper la conexión de sus hijos con sus familiares mayores, y de forma paulatina, empezarán a disminuir las remesas que con tanto fervor y periodicidad enviamos. Y ésto, sin dudas, impactará en la vida de los más pobres del país nuestro.

Hay algunos planteamientos muy simplistas y sin documentación histórica pretendiendo
explicar todo lo contrario de esta dinámica. Los argumentos -provenientes de sectores partidarios principalmente- interpretan que la migración hacia USA desde Quisqueya está garantizada y que por tanto, las remesas para el soporte de nuestros familiares siempre seguirán llegando. Nosotros no creemos que esa lectura sea confiable; porque la tendencia de Estados Unidos y los países más desarrollados es restringirla cada vez más.

Lo que se impone por tanto, es que desarrollemos formas alternas de preservar las ataduras emocionales de nuestros jóvenes migrantes -y para entonces ciudadanos en su gran mayoría- con su país de origen. Es imperativo que se mantenga ese flujo de divisas que llega en forma de remesas, aunque ya no sea para el sustento de familiares dependientes nuestros, como advertimos sino, para planes de desarrollo e inversión.

Esta nueva clase media de dominicanos, ciudadanos de Estados Unidos, graduados de la universidad y ávidos de invertir en el desarrollo de su país de origen, no puede pasar desapercibida para el Estado y los gobiernos dominicanos.

El Gobierno dominicano y los sectores pensantes de nuestra comunidad residente en el exterior, deben aunar esfuerzos para concretar esos planes de inversión y desarrollo que puedan motivar a nuestros muchachos de hoy -la clase media del mañana- a ser parte del futuro de la patria original de sus antecesores y de ellos mismos.

Como se puede notar, aquí es donde conecta el subtítulo de este trabajo con la labor de una Dirección de Cultura Dominicana en el Exterior. El problema es si ellos, tanto las autoridades del ministerio, como las autoridades locales en Nueva York, están en capacidad y disposición de discutir francamente, evaluar y entender el escenario que las circunstancias políticas y sociales nos han impuesto.

En realidad, no se trata de enseñar nuestros muchachos a “bailar mangulina” (algo que menos del 5% de nosotros hace) ni conectarlos con nuestro pasado cultural de forma pura y simple. Promover la cultura nacional en esta absorbente sociedad, además de reforzar la esencia de nuestra etnia, artes, costumbres y estilos de vida de la familia, implica mostrarle a la juventud que nos reemplazará, la forma de mantener los vínculos primarios con los valores más sagrados de la dominicanidad, en el sentido más amplio posible.

El Pensamiento Febrerista y el Espíritu Duartiano son compromisarios con el futuro, el progreso y el desarrollo de la nación dominicana, tanto en la isla como fuera de ella. Y de ninguna forma podemos atar el sacrificio de nuestros Padres Fundadores al pasado oscuro e incierto de los años subsiguientes a la colonización. Nuestros intereses van cambiando con el tiempo y el Estado debe ser el primero en entenderlo y conducirlos.

¡Vivimos, seguiremos disparando!

Por Rolando Robles

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