jueves, marzo 30, 2023
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Otros que también resbalaron

Mucha gente pensó que con el caso de los “fondos mantequilla”, la etapa de desfalcos y engaños había terminado. Pero, no es así. Todo parece indicar que estamos ante una “serie de netflix”, donde termina una” temporada” y comienza otra más sofistica y acorde con las innovaciones tecnológicas de nuestros tiempos.

Me refiero a una nueva modalidad de estafa a personas que todavía oyen “cantos de sirenas” y participan en proyectos o negocios con grandes expectativas de ingresos, totalmente divorciados de los índices normales de rentabilidad.

¿Cómo es posible que una persona física o jurídica ofrezca beneficios de un 30 por ciento anual, por encima de lo que pagan las instituciones de intermediación financiera certificadas, que no sobrepasa el uno por ciento mensual, por invertir en cualquier tipo de efecto?

A mi entender, el noviazgo que se materializa entre el inversionista y embaucador dura el equivalente de tres meses, aproximadamente. Tiempo este, suficiente para que el receptor de esos fondos desaparezca y los inversores empiezan a sentir preocupación por la falta de pago de los intereses. Al quinto mes se inicia la búsqueda y localización de la persona que recibió el dinero de los depositantes, sin lograr hacer contacto por ninguna vía de comunicación.

En esta oportunidad, los afectados fueron engañados con invertir en su dinero en criptomonedas. En los primeros tres meses las ganancias por su inversión eran recibidas “religiosamente”. Sin saberlo, los inversores, estaban recibiendo esos beneficios de su mismo dinero entregado como forma de reproducir sus finanzas personales.

Lo penoso de estos actos maliciosos, es que, durante “el noviazgo”, los futuros engañados, se convierten en “promotores” del negocio, puesto que comentan y convencen a amigos y familiares a invertir en esa actividad, debido a los beneficios que está recibiendo y, con la precisión en tiempo, espacio y forma que reciben esos dividendos. Muchos caen ante la aseveración del embaucado.

De acuerdo a versiones recogidas de los afectados, en esta ocasión se calcula en unos 100 millones de pesos, entregados con el pretexto de ser invertidos en criptomonedas y otros tipos de efectos financieros con características gananciosas muy por encima de lo que ofrece la banca e instituciones reguladas. Según declaraciones de uno de los perjudicados con el hurto, varias personas se dedicaron a vender hasta vehículos para invertirlos en ese negocio, por los índices de rentabilidad que ofrecía.

Este nuevo método de engaño es difícil de evitar por las autoridades reguladoras del sistema financiero del país, pues mientras dure “el noviazgo” entre las partes, “todo está bien”. Nadie da la voz de alarma. El problema sale a la luz pública, cuando unos cuantos comienzan a resbalar en un “terreno mantequilloso”. En este sentido, las autoridades no pueden hacer nada al respecto, hasta que no suene la sirena de la inconformidad.

Por Julio Gutiérrez Heredia, CPA
Miembro 1001 del ICPARD
Auditor Forense

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