Desde el punto de vista físico, la juventud tiene sus límites; empero, la manera de pensar tiene sus comienzos, aun no, sus finales. Las personas se pueden sentir “viejos o jóvenes”, de acuerdo a la actitud con que afronte los aspectos relativos desenvolvimiento de su vida en sociedad.
En la edad juvenil se habla de ímpetus, como una forma de conceptualizar el comportamiento de un ser humano, por lo tanto, querer endilgarle esa manera de comportarse a un individuo, ya sea masculino o femenino, es encasillarlo en sus pautas de comportamiento, aplicable a una etapa de su vida; puesto que, los ímpetus son temperamentales. Muchas veces, acompañan al poseedor de este impulso hasta edades octogenarias o nonagenarias.
Ahora, lo que no se puede permitir es que, la juventud se monte en el “potro de las mocedades” y, galope sin freno y sin control. Permitirlo, es dejar que cometan errores, que distorsionen su visión de futuro.
En este sentido, los controles deben iniciarse en el hogar, antes de que esas criaturas pronuncien las palabras de papá y mamá y, empiecen a dar sus primeros pasos. Esas reglas nunca deberán estar ligadas al aspecto económico. Es un asunto social, moral, ético, del establecimiento de un orden universal, que es el respecto, cuyo efecto debe de descender entre los seres humanos. El comportamiento, prevalece hasta en el Reino Animal.
Al parecer, se podría entender que estoy haciendo divagaciones, pero no. El paso de la tormenta tropical “Franklin”, ha llamado la atención por los desafueros cometidos en algunos lugares del Gran Santo Domingo y el Distrito Nacional. Mientras algunas personas adultas lo tomaron con estricta seriedad, llegando a extremos de escanciar las góndolas de los establecimientos donde se expanden productos alimenticios y de primera necesidad.
- Como consecuencia de esos nerviosismos, esos comercios hicieron “su agosto”, en el mediodía del martes.
Otros, estaban en otra cosa. Con un “asueto” de la media tarde del martes y el día completo del miércoles, consideraron que estaban en un fin de semana largo. De seguro que esos otros, no adquirieron artículos de primera necesidad, pues su objetivo era otro.
De acuerdo con las narraciones de los noticieros radiales, televisivos y por las redes, de la tarde y noche del martes, muchas personas conformadas por jóvenes, se trasladaron al malecón para tirarse selfies al momento de las olas romper en los arrecifes. En algunas avenidas importantes se observaron espectáculos de vehículos “quemando gomas”, en señal de, total desconocimiento de las recomendaciones impartidas por las autoridades responsables de preservar vidas ciudadanas.
En un barrio populoso de Santo Domingo Este, caracterizado por las condiciones orográficas de su suelo, con muchas hondonadas (presas fáciles de las vaguadas), se juntaron multitudes con música a altos volúmenes y tomar bebidas alcohólicas a “celebrar”, las penurias de otros dominicanos con más sentido de responsabilidad que ellos.
En esta ocasión, grupos diseminados en la provincia de Santo Domingo y el Distrito Nacional, con su actitud, demostraron que no están listos para tomar las riendas del progreso y del bienestar del país. Jóvenes entre quince y 35 años y, aquellos que todavía no se han desmontado del “potro de las mocedades”, han defraudado a la ciudadanía al no ejercer el rol que le corresponde, el comportamiento moral y ético que exige cualquier sociedad organizada.
A esa juventud le decimos que el divino tormento del caos que, en muchas ocasiones invade a la adolescencia, solo se cura, navegando en la nave del buen juicio y la erradicación de los males que pudieran afectarles.
Por Julio Gutiérrez Heredia, CPA
Miembro 1001 del ICPARD
Auditor Forense
