NEW YORK.- Santiago 3:5-10 nos recuerda que la lengua, aunque pequeña, puede causar estragos enormes. Este pasaje bíblico se relaciona de manera sorprendente con ciertos políticos de nuestra aldea que, como inventores de promesas vacías, a menudo caen en la tentación de la traición. Cuando estos líderes se convierten en tránsfugas, esperan escapar de la crítica, alimentados por los aduladores que inflan su ego y así garantizar los egos del empresario que quiere ser jefe político a como de lugar.
Los políticos inventadores, al igual que la lengua, hacen alarde de grandes cosas con sus promesas, pero con el tiempo, su verdadera naturaleza se revela, son don nadie. Se convierten en un fuego descontrolado de inmundicias que contamina la política y socava la confianza pública. A pesar de todos los esfuerzos, nadie puede domar su sed de poder y prestigio pero tampoco su lengua.

El problema radica en que, al igual que en el pasaje bíblico, estas figuras públicas bendicen a su Señor político y maldicen a aquellos que esperaban su liderazgo íntegro. Emiten palabras altisonantes que degradan la democracia y la moral pública y al mismo tiempo violentan la ley electoral dominicana: “El artículo 2, numerales 5 y 6, de la Ley 15-19, define el transfuguismo y el tránsfuga expresamente se compromete con el concepto de que son aquellos “representantes, que traicionando…. pactan con otras fuerzas políticas”
En última instancia, debemos recordar que nuestras palabras y acciones deben estar en armonía. La política necesita líderes que sean conscientes de la responsabilidad que conlleva su posición y que eviten convertirse en fuegos incontrolables que amenacen nuestro bosque democrático. La crítica es esencial para mantener a raya a aquellos que traicionan la confianza del pueblo, cambiando de partidos como la prostituta de panties, si ud. como líder no se valora y vive de rama en ramas por un asunto más que social, económico, tenga la plena seguridad que continuará siendo UN TRANSFUGA y eso no se puede ocultar de la misma manera que no se puede estar con Dios y con el Diablo.
Hasta nuestro próximo comentario.
Por Bolivar Balcacer