SANTO DOMINGO, RD.- Confieso que este no era mi artículo de la semana. Primero, porque no es mi estilo. Segundo, no trato de personalizar mis posiciones sobre determinados aspectos de la continuidad de los acontecimientos nacionales e internacionales. Pero la situación en el vecino país haitiano, está absorbiendo gran parte de la cotidianeidad de los dominicanos, en los aspectos político, económico y social.
Es obvio que las autoridades haitianas no han aprendido a leer la historia relacionada con hechos y acontecimientos, donde los dominicanos hemos enfrentado todos los males y satisfacciones que un pueblo puede experimentar. Tampoco, nosotros, nos hemos detenido a estudiar sus pautas de comportamiento, mucho menos a aprender su dialecto.
En definitiva, estamos ocupando una misma isla, pero cada quien, tratando de mantener sus creencias, costumbres y sistema de organización interna, para alcanzar objetivos individuales. Esto así, porque, no nos parecemos en ningún aspecto, tanto morfológico como cultural.
Las ultimas demostraciones de la dirigencia política haitiana y su élite clasista, son una clara evidencia de las bajas pasiones que esas clases gobernantes, han mantenido por décadas en contra de la convivencia de ambos pueblos.
- La crisis del río Dajabón o Masacre, ha desvelado el sentimiento de sectores de poder, empezando por el primer ministro haitiano, que se atrevió a mentirle a nuestro Presidente, ante una situación tan delicada como la violación de un acuerdo fronterizo.
Los canallas no se sonrojan, esto lo pudimos comprobar todos los dominicanos y la opinión internacional, cuando ese mismo representante del gobierno de Haití, se pronunció en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), apoyando la construcción de un canal en su territorio, con la intención de succionar las aguas del mencionado río hacia el lado haitiano.
Cada día que pasa, después del cierre de la frontera, los improperios y las demostraciones de actitudes provocadoras, por grupos veleidosos, contra efectivos militares y funcionarios de nuestra diplomacia, no se han detenido en esos sectores; sus canalladas se han atrevido, al extremo de ofender al Presidente de todos los dominicanos.
Pero también hay que tener cuidado con algunos personajes del folklore criollo, cuyos pronunciamientos se detienen en las criticas, sin aportar las soluciones que ameritan el caso, en procura de salvaguardar la Nación de conjuras contra la Patria.
Las canalladas de los infames siempre están al acecho para dar el zarpazo. Muchas veces, se visten de víctimas, y, otras veces, se presentan como solucionadores al estilo de los fariseos.
Un pueblo que, en la mayoría de sus extractos sociales, no comulgue con una religión como la cristiana, no conoce el concepto de prójimo. Hasta los animales salvajes, cuando están en peligro y, son salvados, lo agradecen.
El pobre pueblo haitiano, no ha tenido suerte con su clase dirigente desde los albores de su independencia; pues esos dirigentes pensaban como emperadores; después, se creían conquistadores, llegando a pensar que ese pueblo y, el nuestro, eran de su propiedad. La actitud depredadora se ha manifestado en el medio ambiente, las políticas sociales y la gobernanza. Todo eso en detrimento de la clase más desposeída de ese país.
Por Julio Gutiérrez Heredia, CPA
Miembro 1001 del ICPARD
Auditor Forense