Quien haya tenido la oportunidad de visitar lugares históricos diseminados en todo el planeta, se sentiría satisfecho de contemplar obras físicas que perduran a través del tiempo, por su imponente belleza y manifestación de orgullo de sus habitantes en cada lugar.
Debido al descubrimiento de nuevas tierras, llamadas “América”, los conquistadores provenientes de diversas regiones del “Viejo Continente”, se dedicaron a emular, en el aspecto arquitectónico, las edificaciones y ciudadelas, de los lugares donde provenían, con el objetivo de afianzar sus asentamientos.
Como consecuencia de las riquezas encontradas en el “Nuevo Mundo”, muchas de esas construcciones fueron diseñadas y edificadas con la intención de competir o aparentar ser similares, a las construidas en su tierra natal. En tal sentido, muchos países de “América”, por no decir todos, conservan zonas o ciudades intramuros, levantadas desde los tiempos de la Colonia.
Nuestro país, por ser “Cuna de la Civilización del Continente Americano”, puede darse el lujo de exponer ante personas que nos visitan, ser los primeros en todos los monumentos y espacios históricos. Esa condición, nos coloca en una posición privilegiada con el resto de los países del Continente Americano. Privilegio que ningún país de la región nos pueden soslayar.
Para mantener la condición de “Ciudad Primada de América”, los gobiernos dominicanos han tenido que invertir pesos y dólares, en rescatar, remodelar y mantener las diferentes áreas donde se ubican esos monumentos, plazas y reliquias heredadas de los tiempos de la colonización. Todo ese esfuerzo se ha hecho para conservar las tradiciones del pueblo y presentar una imagen favorable de los lugares donde se ubican esas propiedades históricas.
Entonces, después de los esfuerzos por preservar los valores ancestrales del pueblo dominicano, como es posible que, un grupo de vándalos se den a la tarea de empañar nuestras tradición e imagen de gente culta, de bien vivir. Esos rufianes sobrepasaron los límites, ni Francis Drake, William Penn y Robert Venables, se pueden comparar. Esos personajes históricos tenían una misión, pero, para estos “tigueres”, cuál sería la razón de profanar y destruir reliquias sagradas del pueblo dominicano.
La Zona Colonial, es un lugar que, antes, durante y después, si una estaciona en un lugar prohibido un vehículo, inmediatamente se presenta un miembro del orden sugiriéndote que busque otro lugar donde se pueda estacionar. En el vandalismo del sábado, la Zona no contaba con ese personal.
Cuentan los lugareños del sector que, el desorden y los desastres fueron tales, que muchos son inenarrables, por la bajeza de las acciones cometidas de esos vándalos. Lo menos que hicieron fue subirse a la estatua del Patricio Juan Pablo Duarte y cometer todas clase de tropelías habidas y por haber. Defecaron, orinaron frente a propiedades privadas. Rompieron cristales de casas y vehículos.
Alguien tiene que pagar los daños materiales y morales. El Ministerio Publico debe de localizar a la mayoría de ellos, por no decir a todos. La Justicia dominicana, tiene que imponer una sentencia ejemplar, donde paguen autores materiales y autores intelectuales. La pena, debe ser la que castigue ejemplarmente a los violadores y, al acusado intelectual una indemnización de cien veces, 200 mil pesos.
Por Julio Gutiérrez Heredia, CPA
Miembro 1001 del ICPARD
Auditor Forense
