jueves, noviembre 30, 2023
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La Vez que Trujillo se Volvió Estatua

¡Ay, mis queridos amigos! Les voy a contar un par de historias de nuestro Trujillo que les va a sacar más de una carcajada. Prepárense para reírse con estas locuras de la época del Jefe.

Aunque ustedes no lo crean, pero un día soleado, en un pueblecito de nuestra querida Quisqueya, se armó un revuelo de aquellos. Resulta que los del pueblo, queriendo demostrar que eran más trujillistas que el propio Trujillo, organizaron un concurso de imitadores de las estatuas del Jefe. ¡Imagínense eso! Todo el mundo parado, tieso como palo, haciendo de estatua de Trujillo.

Pero, ¿y quién aparece por ahí? Nada más y nada menos que el mismísimo Rafael Leónidas Trujillo. El hombre llegó en su carro, brilloso y reluciente, y se quedó boquiabierto al ver a todo el mundo imitándolo. Al principio, se puso bravo como un chivo, pensando que se burlaban de él. Pero cuando se enteró de que era un concurso en su honor, se le subieron los humos a la cabeza. Empezó a pasearse entre las “estatuas” vivientes, dando órdenes y esperando respuestas, hasta que alguien le sopló que no eran estatuas de verdad.

Y aquí viene lo mejor, mis amigos. Trujillo, queriendo enseñar cómo se hace una estatua de verdad, se pone en pose, serio y majestuoso. Pero, ¡sorpresa! Una paloma traviesa, sin saber quién era el Jefe, decidió que la cabeza de Trujillo era el mejor sitio para descansar. ¡Y allí se posó! Uno de sus asistentes, tratando de no reírse, dijo: “Mi General, parece que hasta las palomas quieren rendirle homenaje”. La gente no sabía si reír o correr, pero Trujillo, después de un rato, se echó a reír él mismo. ¡Eso sí que fue un show!

Y como si no fuera mucho, ahora, vámonos al campus de la UASD, donde en 1953, los jóvenes, con ganas de echar relajo, le jugaron una broma a la estatua de Trujillo. Esta estatua tenía fama de “viajera”, porque amanecía en un lugar distinto cada día, gracias a las travesuras de los estudiantes.

Pero un día, la broma se pasó de buena. ¿Qué hicieron? Le pusieron a la estatua un sombrero de paja, pero no uno cualquiera, sino uno enorme y de colores que parecía sacado de un carnaval. ¡La estatua de Trujillo parecía lista para irse de fiesta! Los estudiantes empezaron a tomarse selfies con la estatua, poniendo caras graciosas y compartiendo las fotos por todas partes.

La gente no lo podía creer. Pasaban por ahí y se paraban a mirar, riéndose y preguntándose quién habría tenido el valor de hacer eso. La foto de la estatua con su sombrero extravagante se esparció por todos lados, y la estatua “viajera” se hizo más famosa que nunca. ¡Hasta gente de otros pueblos venía solo para verla!

Cuando Trujillo se enteró, en vez de enojarse, decidió organizar un desfile de moda con sombreros ridículos. Hizo que sus asistentes y oficiales, incluyendo al rector de la UASD, desfilaran alrededor del Palacio Nacional, cada uno con un sombrero más extravagante que el otro. ¡Eso sí que fue un espectáculo!

¡Espero que estas historias les hayan sacado una sonrisa y les hayan recordado que, en nuestro país, hasta en los momentos más serios, siempre hay espacio para un poco de humor!

Por Bimbo

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