lunes, diciembre 22, 2025
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Agresiones políticas

El liderazgo político-partidista nacional debe dar ejemplo de cordura. Los dirigentes máximos deben sopesar sus palabras y sus arengas, para de esa forma evitar los desbordamientos de las bases.

Tan lejos de la campaña electoral, cuando las pasiones llegan al límite, es un buen momento para que se fortalezca una conducta de concertación.

Se puede disentir sin caer en las ofensas y las calumnias. Por desgracia los ánimos se desbordan en la política nacional, donde parece que el partidismo perdió la caballerosidad.

La unidad es difícil de lograr en grupos que se enfrentan por el poder, pero si puede surgir un código de convivencia, el cual debe ser elaborado por los máximos dirigentes.

Las bases en los procesos sociales son amorfas, no tienen forma, no piensan, y todo el peso de su accionar recae sobre los hombros de sus líderes. De ahí que en el plano dominicano hay que actuar con la mayor de las responsabilidades.

No solo es firmar un pacto de respeto propio, porque eso se lo lleva el papel y la tinta se seca, sino realizar en la práctica una política de no agresión sea verbal o física.

Las ideas se tienen que combatir con ideas. Cuando una idea se quiere acallar con la agresión se camina por una senda enjabonada. Hoy los cuadros de agresión verbal entre los partidistas son manejables.

Hay una buena muestra de dónde lleva el principio de la unidad para la acción. Fue el encuentro entre el presidente Luis Abinader y los expresidentes Danilo Medina, Hipólito Mejía y Leonel Fernández.

Ellos cuatro controlan a los tres partidos mayoritarios que tienen fuerza de decisión. Los emergentes son importantes, pero siempre están aliados a alguno de los mayoritarios. En la firma de un documento sobre Haití se llegó a consenso, al igual que en los encuentros en el Centro Económico y Social.

Sea a través del CEN o las iglesias se debe pensar en la integración de manejar con altura el debate partidista. No se olvide que todos los partidos ya están en campaña, aunque la misma no está autorizada por la Junta Central Electoral.

Por el contrario, la JCE ha sido blanda al tratar sobre las promociones de los precandidatos, en acciones llevadas a cabo fuera del organigrama que dispone el organismo rector de los comicios.

El lenguaje de paz debe llegar a los partidos. La JCE necesita apoyo colectivo para hacer un buen trabajo. Ya pasó la época de la tea incendiaria y ahora se impone la concertación.

Por Manuel Hernández

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