domingo, diciembre 10, 2023
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Un despilfarro llamado cuatro por ciento

Todavía no hay una toma de decisiones para iniciar un proceso de investigación serio y formal que determine los resultados de la especialización de un cuatro por ciento del producto interno bruto (PIB) del país, para aplicarlo en el sistema educativo dominicano.

Desde la puesta en marcha hasta la fecha (ya han transcurrido diez años), billones de pesos se han erogado y, la unidad ejecutora de esos fondos, periodos tras periodos, no ha podido demostrar avances en los niveles de conocimientos adquiridos por el estudiantado ni mejoras en el personal docente.

Esa cantidad abrumadora de fondos, no ha servido para demostrar la modernización de las instalaciones físicas de los planteles. Quizás, es debido a que, en los inicios de la aprobación del 4 %, después que al fin, se pudo lograr un consenso para la aprobación de ese dígito, los incumbentes no sabían qué hacer con tanto dinero. Probablemente, persista hasta el día de hoy.

Prácticamente, los responsables de la unidad ejecutora, utilizaron la política de invertir sin planificación, llegando en algunos casos de comprar terrenos cuyos propietarios apenas tenían una carta constancia que le acreditaban como “propietarios” de los mismos.

El afán de gastar, no tenía forma de sopesar el lugar adecuado en donde construir centros escolares, descuidando los reclamos serios de comunidades que exigían esos planteles. La fiebre se apodero tanto de los impulsores del gasto desenfrenado que, se empecinaron en edificar una escuela encima de un pantano.

Con las tandas extendidas, el desayuno y el almuerzo escolar, se generó en un verdadero “mercado persa”. Muchos de la noche a la mañana, se volvieron expertos en nutrición y conocedores de las artes culinarias, tratando de conseguir darle un buen golpe a la piñata. El resultado fue, niños con síntomas de envenenamiento por el mal manejo de los alimentos y la pobre calidad de los mismos.

En los útiles escolares, las ultimas noticias muestran un panorama desagradable, debido a las informaciones de que existen miles y miles de libros en los almacenes del Ministerio de Educación, sin aplicabilidad con los programas educativos actuales.

Con el interés de dotar a los maestros y estudiantes de herramientas modernas e innovadoras se procedió a concursar las compras de equipos de cómputos (laptop y tabletas). De acuerdo a declaraciones provenientes de autoridades del Ministerio, varios proveedores de esos equipos no han cumplido con los términos de referencia ni con los contratos firmados entre las partes.

En el ámbito lectivo, la relación profesor-alumno, no ha alcanzado las metas previstas. De acuerdo a denuncias, la baja calidad docente, no ha podido conseguir el producto principal de la inversión del 4 por ciento, que es la calidad de la educación. En esta ecuación, el elemento profesor asume la mayor responsabilidad.

Aparentemente, debido a los niveles de sueldos pagados en la actualidad, muchos son los interesados en formar parte de la nómina del personal docente, pero sin la vocación y el conocimiento necesarios para impartir docencia. En este sentido, podrían existir personas ocupando el puesto de profesor sin las condiciones ni el currículo exigido para impartir clases.

En el sistema educativo nacional, los dos elementos más importantes son el profesorado y el estudiantado, podríamos decir que son la materia prima para obtener un producto conocido como conocimiento. El primero, tiene la responsabilidad de suministrar lo aprendido para ser adquirido por el segundo. Si lo aprendido no es de calidad, el producto sale defectuoso, por lo que, en el volumen de gastos del Ministerio de Educación, el renglón de los Servicios Personales, absorben el mayor porcentaje del 4 % del PIB. En adición al despilfarro en los vicios de construcción de los planteles, las compras de materiales y útiles escolares, se suman las pérdidas de horas lectivas, como sucedió en una comunidad del interior del país, donde los maestros no asistieron a clase para “descansar”, después del asueto de un fin de semana largo.

Por Julio Gutiérrez Heredia, CPA
Miembro 1001 del ICPARD
Auditor Forense

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