El New York Times el pasado mes de octubre en ocasión del affaire fronterizo dominico haitiano por la construcción del canal, que RD está repatriando apátridas dominicanos, refiriéndose erróneamente a los haitianos; el apátrida es “la persona que no es considerada como nacional de ningún Estado”, aquel que carece de nacionalidad.
Conforme a la definición contenida en la Convención sobre el estatuto de los Apátridas de la ONU de 1954 y su adenda del 1961, no existe un solo dominicano apátrida y, tampoco haitianos, puesto que desde siempre, la nacionalidad haitiana acompaña el nacimiento de los hijos de sus ciudadanos en donde quiera que nazcan y, por demás, hasta hace muy poco, esa condición era incompatible con ninguna otra, como sostiene Ángel Lockward en su libro, Haití, Apatridia y canal.
Refiere la publicación la deportación de 114,128 ciudadanos en el primer semestre de este año, todos con documentos de identidad de su país, en consecuencia, se trataba de residentes ilegales no de apátridas; también hay en el país extranjeros que cruzan la frontera “por el monte” sin papeles, porque en su país de origen, no se registran o porque los dejaron o perdieron, esos son simples indocumentados ¿Por qué cruzar ilegalmente a un país vecino cuyo Gobierno – en tres años – concedió más de 400 mil visados a octubre pasado?
República Dominicana tiene para sus ciudadanos y residentes un documento instituido desde hace más de 90 años, la cédula de identidad, para nacionales y extranjeros, fácil de obtener; para el caso de los hermanos vecinos, luego de la Sentencia 168-13, por Ley, se dispuso una gracia y, a ella se acogieron 244,203”afectados” a quienes se dotó de un documento provisional de paso para su cédula de identidad. Igual en el 2021 se dispuso, por los problemas en su país, para los venezolanos a la que casi todos se acogieron.
Tenemos la necesidad vital, como la mayoría de los países, de imponer orden migratorio, para que el Estado pueda prestar los servicios que debe a la población, nacional y extranjera que se encuentra en nuestro territorio y, sobre todo, ofrecerle seguridad.
El interesante artículo que comentamos, de un periódico prestigioso, viene a propósito de que las relaciones dominico haitiana se han puesto sobre el tapete en ocasión de la construcción de un canal de desvío del río Masacre que nace y muerte en territorio dominicano, el cierre de la frontera.
Obvio que Haití tiene el derecho de usar las aguas del Río ¿Quién podría discutir eso? Pero debe, conforme a un Tratado firmado para ese fin, presentar los estudios técnicos y medio ambientales imprescindibles para una obra así, para que no se convierta en un desastre. Eso no afecta su soberanía, puesto que en la firma del documento ambos comprometimos libremente el atributo soberanos de no hacer “lo que a cada uno le dé la gana”: Existe un protocolo y seguirlo en nada los afectaba…. Hasta pudimos haber cooperado con Haití, técnica y financieramente, convirtiendo la obra en algo bueno para ambas partes.
Establecido que la falta fue de la parte Oeste, el Gobierno dominicano pudo haber actuado, viendo la historia de doblez haitiana, en forma más prudente; en el siglo XIX siempre les ganamos en el campo de batalla y en siglo XX les aventajamos en progreso, pero en los lances diplomáticos, siempre hemos perdido. Nuestro cuerpo diplomático es tan torpe que basta seguir las declaraciones contradictorias del canciller y de sus embajadores. No necesitamos enemigos.
Pudimos reducir el tráfico de personas, eliminando el negocio de los visados y, dejar abierto el comercio, reforzar la seguridad con mayor presencia militar de control fronterizo, sin el despliegue aparatoso de equipos y declaraciones de prensa, sobre todo porque allí no hay ejercito: la prepotencia, en procura de intereses electorales, unió a los haitianos en una causa fuerte aunque los lleve al suicidio colectivo. Los haitianos nunca se han puesto de acuerdo entre sí, pero son muy unidos en contra de todo lo externo, quien ha estudiado su historia sabe que es una regla política y social de esa nación.
Erramos en la narrativa de identificar a 9 alborotadores como los constructores; a ellos con el impedimento de entrada el Gobierno dominicano los convirtió en héroes, cuando en realidad, era el Gobierno haitiano quien auspiciaba la obra desde el principio, evidenciado en que fue con una Comisión oficial que se reunió la Cancillería en mayo del 2021: Esa que firmó torpemente la declaración conjunta. Luego, fueron, el Ministerio de Información y el de Agricultura, haitianos, los órganos que respondieron, miércoles 20 y jueves 21, el discurso del Presidente Abinader en la 78 Asamblea de la ONU y fue el Primer Ministro quien abochornó al mandatario dominicano el viernes 22 ante ese mismo órgano.
Que vencieron al Gobierno del Presidente Abinader quien tomo medidas apresuradas y desproporcionadas, se evidencia en que éste las levantó todas, sin que se detuviera el canal, incluso, la apertura del comercio unilateral, envalentonó más a Puerto Príncipe… por una razón muy simple: Ellos ganaron aunque el Gobierno dominicano promueva como victoria su derrota.
Un error costoso para el país, en particular para su producción y comercio, fue creer que los depauperados residentes de la franja fronteriza son los afectados por el comercio transfronterizo; no son ellos, son los oligarcas haitianos que controlan cada sector de ese país, incluidas las bandas, quienes han ganado. Ellos no controlaban el menudeo de los USD$ 1,000 millones de la frontera, que con el cierre, ahora suplen y, son quienes no desean la apertura ya. Los perjudicados son los productores y comerciantes dominicanos.
El ciclo de tensión en la comunidad fronteriza se eleva y, lo vemos en la cobertura internacional si observamos publicaciones como la que trajo este 10 de noviembre El País, que titula “República Dominicana rechaza una incursión de hombres armados desde Haití y llama al país vecino a poner orden en su territorio”. Esta situación se produce por otro error, el trazado de la valla perimetral que deja un espacio del territorio nacional, físicamente, del aquel lado. Eso será fuente de confusiones y conflictos permanentes.
España es un aliado muy ligado a nuestros intereses e historia, es nuestra puerta a Europa y, allí, nuestro embajador, al llamar hace unos días a “que en RD no se promueva el odio a Haití”, coincide con las imputaciones de racista que le hiciera la joven Griffin al Presidente Abinader , en septiembre pasado en la Universidad de Columbia en New York: No es Haití quien nos daña, es nuestro propio gobierno.
Por Domingo Plácido